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Festival Rock al Parque: un bien público

Fotografía de persona de público
Lunes, Agosto 25, 2014 - 22:39

Festival Rock al Parque: un bien público

Pocas veces se logra construir políticas y programas culturales que atraviesen los gobiernos, que logren concretar símbolos ciudadanos.

Diferentes causas convergen en esta dificultad: la relativa juventud de la institucionalidad cultural; la distancia entre las iniciativas burocráticas y las necesidades y deseos de las ciudadanías; el precario conocimiento de las prácticas culturales y sus vínculos sociales, son algunas de ellas. Es por esto que al cumplirse veinte años del Festival Rock al Parque se impone celebrar y sacar lecciones de esta capacidad de continuidad, de su fortalecimiento y sus cambios. De la modernidad hasta hoy, Bogotá cuenta con manifestaciones, públicas o privadas, que han logrado remontar las décadas: el Festival Iberoamericano de Teatro, el programa de Salas Concertadas, el Festival de Rock al Parque.

Lo cultural, nunca sobra repetirlo, parte y siempre va más allá de su manifestación sonora, visual, corporal, virtual. Es materia de memoria y cohesión social, al tiempo que de renovación y vitalidad. Los roles que interpreta la música en la sociedad, nuestro asunto aquí, son extraordinariamente variados y rebasan, con creces, la actitud distante profesional, académica y enclaustrada que parecía caracterizarla. A la capacidad transformadora del arte y las prácticas culturales, le apostaron unos funcionarios conocedores (practicantes) y comprometidos con dar respuestas a las nuevas ciudadanías en aquel final de siglo. El Festival Rock al Parque le apostó a la democratización de la oferta cultural, a la construcción de un espacio público y una nueva ciudadanía. Rock al Parque retomó las banderas, como lo afirma Chucky García, de conciertos setenteros y dio voz a la inmensa minoría de una corriente musical lejana a las hegemonías polarizadas entre lo clásico y el “Sagrado Reguetón”.

La música tiene poder de coacción social y dominación, advirtió Adorno, y Said lo rebatió para afirmar que a este poder, lo superaba la fuerza de la alteridad de la música, su capacidad de viajar, ir más allá, de pasar de un lugar a otro de la sociedad, a pesar de que muchas instituciones y ortodoxias intentan recluirla. Al interior del Festival se debate sobre estas fronteras y otras disyuntivas propias de las prácticas artísticas y de la construcción de lo público. 

¿A qué suena Bogotá? Nos preguntamos al integrar la red de ciudades creativas de la Unesco por el potencial musical de la capital, crisol de nuestra diversidad musical. El Rock en sus diferentes culturas, hace parte de ese sonido de Bogotá. Su Festival público ha sido un proceso de relaciones y trayectos que propician una gramática musical propia, que apuesta ahora por los territorios de esta inmensa metrópoli. Ciudad de ciudades, Bogotá no puede con un solo corazón aún a la hora de hablar el lenguaje global del Rock. ¿Qué nos dice la memoria sobre el contexto social de las bandas, de su proyección, de los públicos, de la relación con “las autoridades”, de los escenarios?… Esto nos preguntamos en la vibrante trasescena. En sus veinte años, nuestra invitación principal es para que velemos, desde todas las fronteras del Rock al Parque, para que se mantenga viva su condición de bien público, la que movilizara miles de firmas en su defensa y la que no lo debe apartar de los deseos y las utopías de las nuevas generaciones, esencia misma de la música Rock.

Clarisa Ruiz Correal
Secretaria Cultura, Recreación y Deporte